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Jueves, 28 de mayo de 2015  |  NÚMERO 8 Año I Acceda a nuestra hemeroteca
 
¿Y si no gastáramos más?
Álvaro Guijarro Rubio, vocal de la Junta Directiva de la AEIH
 

El esfuerzo inversor que se ha realizado en los últimos 15 años en infraestructuras sanitarias en España ha sido loable. Pero eso no significa que haya sido suficiente.

Sin querer polemizar (o sí) en las prioridades que se establecen en inversión en infraestructuras  en este país, pues el parón que están sufriendo está empezando a percibirse, lo cierto es que las intervenciones realizadas han sido de diferente grado.

Álvaro Guijarro Rubio.

Los hospitales que se construyeron de nueva concepción están justificando sus generosos programas que tan criticados fueron en su inicio. Planes de reutilización de estas infraestructuras programados se han cortado de raíz y han perdido el sentido. Los hospitales que se vieron obligados a reformas parciales, como varita mágica frente a una necesaria reforma integral, hoy ven que aquélla solución significó colocar tiritas a un enfermo grave.

El gran problema que sigue subsistiendo, independientemente de la situación económica, es la falta de planificación. Si, a día de hoy, se diera un vuelco a los presupuestos y pudiéramos continuar con la renovación, mucho me temo que sería tan convulsiva como siempre. Deberíamos ser capaces de regular la necesidad de renovación programando de manera ordenada su ejecución.

Por otro lado, debemos dejar de ver como normal que no se conozca un proyecto que haya finalizado como se planificó en un primer momento.

El sector sanitario se encuentra en un permanente cambio y es verdad que hay situaciones no esperadas, pero no todo justifica que no se pueda mantener un proyecto como se redactó. En el entorno de la Administración, Europa no permite que el mismo órgano que contrató justifique nuevas necesidades; en realidad solo admitirá que los genere un tercero, y los diferentes cambios normativos ahondarán en esta idea.

A los que nos dedicamos a esto, los profesionales asistenciales nos reclaman, muchas veces con razón, la participación en el desarrollo de los proyectos. Ésta se revela imprescindible, pero tiene que realizarse en el momento adecuado.  En las fases de planificación y proyecto básico sería necesario el trabajo conjunto.  Ya en fase del proyecto de ejecución, es importante la participación de otros profesionales, como los ingenieros de los hospitales. Su participación, una vez fijada la arquitectura, permitirá que las instalaciones den el carácter que permita realizar la actividad asistencial que se prevé. Y una vez iniciada la ejecución, los únicos cambios que se pueden producir son los que establece la ley. Esto permitiría ajustar el coste de la inversión.

Si la inversión en infraestructuras implicara una disminución en el gasto corriente, todos los hospitales estarían a día de hoy reformados. Pero la realidad es otra, pues una vez puestas en funcionamiento las nuevas instalaciones, el gasto corriente se llega a multiplicar. Aunque está justificado, no deja de sorprenderme que un centro que funciona correctamente necesite multiplicar por tres o por cuatro la superficie solo por el hecho de hacerse nuevo. Y con ello el gasto.

La crisis económica, y lo hemos aprendido en estos años, hace que cada vez los programas sean más ajustados. La sostenibilidad del sistema preocupa a todos y cada uno de los profesionales sanitarios. Pero demos la vuelta al problema.

Evaluemos  el impacto económico que genera en una comunidad un nuevo centro sanitario. Es verdad que el hospital no es el edificio, sino el conjunto de profesionales sanitarios que realiza procesos médicos para mejorar la salud de una comunidad. Sin embargo, una nueva infraestructura produce un gran cambio en toda la organización y estoy convencido de que esto incide directamente en una mejora en salud de la comunidad.

Sería interesante analizar el impacto económico que recibe la sociedad al renovar las infraestructuras sanitarias.

En la búsqueda de estos estudios, me he encontrado con numerosas investigaciones acerca del impacto económico y social de las infraestructuras ferroviarias, el AVE y los palacios de congresos. En relación con ellos y analizando los impactos directos, indirectos e inducidos, creo que, en lo que se refiere a factores como empleo o impacto medioambiental, obtener un impacto positivo resulta fácil. Y, por otro lado, existen estudios que muestran al sector de la salud como agente económico activo generador de valor con resultados sorprendentes.

No sé si seríamos capaces de mostrar resultados tan “justificados” como los que se realizan para la construcción de palacios de congresos, universidades o aeropuertos en cada ciudad, pero se podría intentar. Ánimo a los expertos.

Alvaro Guijarro Rubio es ingeniero técnico industrial en Mecánica, especialista en Ingeniería Biomédica y en Ingeniería de la Climatización por la Universidad de Valladolid.  También cuenta con el Máster en Gestión y Metodología de la Calidad Asistencial de la Fundación Avedis Donavidean-Universidad Autónoma de Barcelona.

Comenzó su actividad profesional en la Administración como jefe de Servicio de Mantenimiento del Hospital Nuestra Señora de Sonsoles y, desde el año 2002, ha trabajado como técnico del Servicio de Infraestructuras y Patrimonio de la Gerencia Regional de Salud de Castilla y León (Sacyl).

Con anterioridad, en la empresa privada, prestó sus servicios en una Ingeniería filial de LV Salamanca Ingenieros; en la empresa farmacéutica (Glaxo); en la constructora (Fomento de Obras y Construcciones) y en Educación.