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Lunes, 22 de febrero de 2016  |  NÚMERO 16 Año II Acceda a nuestra hemeroteca
LA DISCIPLINA SE ABRE CAMINO EN EL ÁMBITO DE LA SALUD
Se busca ingeniero biomédico
Un químico español reclama este perfil para un proyecto pionero de nano-robótica
 
Javier Barbado. Madrid
La nanotecnología aplicada a la Medicina aspira nada menos que a curar el cáncer. De ahí que el ingeniero biomédico se considere un auténtico lujo para la comunidad científica española en este momento, como da a entender el joven químico Samuel Sánchez, investigador principal del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC), quien suspira por contratar al menos a una persona con esos conocimientos tan específicos para su proyecto: nano-robots autopropulsados por medio de glucosa y urea.

Samuel Sánchez planea aplicar su idea del nano-robot impulsado con urea y glucosa al tratamiento de enfermedades como el cáncer haciéndolo mucho más preciso en su acción.

Estas piezas de tamaño nanométrico serían capaces de transportar en su seno fármacos y dirigirlos de ese modo adonde fuera preciso: una especificidad de la diana del medicamento ahora mismo inalcanzable.

Como dieron a conocer varios medios, el problema que se le planteó al joven científico fue el del combustible para impulsar los nano-robots, que, hasta hace muy poco, era el peróxido de hidrógeno o agua oxigenada, capaz de mover las piezas pero también de destruir algunas células sanas. De ahí que haya sido reemplazado, en los prototipos de laboratorio, por otros materiales energéticos mucho más adaptables a la fisiología del organismo: la glucosa y la urea.

Ambos son elementos que actúan como catalizadores para propulsar esos nano-robots que se antojan aún tan futuristas como las fantasías plasmadas en obras como El viaje fantástico de Isaac Asimov, donde unos seres en miniatura se embarcan en una travesía por dentro del cuerpo del paciente.

Reacción catalítica observada en placas de Petri en el laboratorio.

En este caso, se trata de una investigación pionera en el mundo que lidera Sánchez, ha sido dada a conocer a finales de 2015 y que, de entrada, se nutre del proyecto ERC (European Research Council) concedido al investigador (1,5 millones de euros).

Hasta la fecha, el proyecto ha dispuesto de financiación por parte del Instituto Max Planck de Sistemas Inteligentes de Stuttgart y del Gobierno de Alemania (18.000 euros), así como de la Fundación VW (700.000 euros). Desde este mismo mes, también presume de la concesión de un proyecto del Ministerio de Economía y Competitividad en el que colabora con él un estudiante de Predoctorado. Y ello sin contar con la plaza fija de que disfruta por parte de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (Icrea) de la Generalitat de Cataluña o de otra beca de Predoctorado por parte de La Caixa, todo lo cual, como él mismo reconoce, lo convierte “en una excepción” dentro de la complicada situación que vive la investigación científica en España.

En este contexto, el propio Sánchez se ha puesto como tope mediados de año o el que viene, como mucho, para potenciar una idea que ha despertado gran expectación mediática más allá de su ambición personal.

En este contexto, sale a relucir en su discurso la importancia del ingeniero biomédico, figura en alza con su propio Grado en España y que reúne las características que su proyecto demanda: “Necesito alguien que diseñe el nano-robot y que lo fabrique, para lo cual debe entender de sistemas de retroalimentación, dinámica de fluidos, estructura y materiales a escala nanométrica”, ha ratificado.

Pero la ingeniería de la salud no se reduce a la Biomedicina. También la Biomecánica y la robótica se exploran a escala macroscópica e instrumental con fines sanitarios, por ejemplo en tecnología aplicada al quirófano o a las prótesis de rehabilitación  en Traumatología o, incluso,  en el terreno de la Neurología para atemperar las consecuencias de enfermedades nerviosas como el párkinson. Y aquí sale a relucir de nuevo la figura del ingeniero especializado como la que da con el perfil buscado, tal como confirma a Publicación de Ingeniería Sanitaria el responsable de varios proyectos de esa índole en la Universidad Carlos III de Madrid Carlos Balaguer.

Ingeniero industrial, este profesional cita como ejemplos los exoesqueletos diseñados para paliar o incluso eliminar el temblor parkinsoniano en extremidades como las manos al mostrarse capaces de detectar su frecuencia e intensidad e inhibirlo: “De este modo, el paciente recupera su funcionalidad para actividades que le resultan importantes como, dado el caso, escribir”, explica.

Imagen microscópica de nano-robots. Fuente: cortesía de Samuel Sánchez.

O bien lo que, en el imaginario colectivo, se corresponde con la viva imagen del robot casero que hace tareas e interacciona con su dueño, caso de los prototipos que han presentado hace muy poco, en la feria internacional Global Robot Expo celebrada en Madrid, los investigadores japoneses Hiroshi Kobayashi y Takanori Shibata.

El primero ha creado el llamado ‘Traje de Músculo’, un exoesqueleto ‘wereable’ que ayuda tanto a potenciar las capacidades de personas con movilidad reducida como a prevenir lesiones en trabajadores que cargan demasiado peso durante su jornada.

En cuanto a Shibata, se le considera el padre de una mascota virtual, la foca PARO, que a simple vista parece un peluche que emite ciertos sonidos y gesticula pero que, conforme han corroborado los científicos, se revela capaz de inducir estímulos cerebrales en enfermos con demencia e incluso niños con autismo que calman las manifestaciones de sus patologías.

En suma, la inmersión del ingeniero en el futuro de la Medicina se corresponde con el carácter multidisciplinar de la mayoría de los trabajos científicos. Pero también, cada vez más, con proyectos donde la inventiva y los conocimientos de este profesional llevan la batuta.