Política de cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para recopilar información que ayuda a optimizar su visita. Las cookies no se utilizan para recoger información de carácter personal. Usted puede permitir su uso o rechazarlo, también puede cambiar su configuración siempre que lo desee. Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra política de cookies.

¿Quiere recibir la Publicación de Ingeniería Sanitaria en su correo de forma gratuita?
Miércoles, 10 de diciembre de 2014  |  NÚMERO 3 Año I Acceda a nuestra hemeroteca
 
Gestión y motivación
Francesc Castella, Coordinador de la Comisión Técnica de la AEIH
 
Si revisamos los artículos publicados en los últimos anuarios de la AEIH nos daremos cuenta de que, en una buena proporción, en un buen número de nuestras actividades profesionales, el concepto de gestión está presente porque nos es necesario para llevarlas a cabo.

Lo veremos en la gestión de los recursos, de la energía, del medio ambiente, del mantenimiento, de las emergencias… La diferencia entre una buena y una mala gestión está en  la eficiencia: un valor imprescindible para la competitividad y la supervivencia en unos tiempos difíciles de recursos limitados en los que la gestión de la crisis se ha convertido en una preocupación universal.

Francesc Castella.

Las técnicas y los instrumentos de la gestión (el management) han evolucionado, crecido y transformado en los últimos 50 años, y han sido objeto de estudio por gurús de la organización; además, se han desarrollado asimilando las modernas tecnologías TIC, pero, en el fondo, su definición resumida contiene en pocas palabras la parte más esencial de su concepto.

Gestión es la  función que coordina las actuaciones de las personas para lograr unas determinadas metas utilizando los recursos disponibles de manera eficiente: humanos, financieros, tecnológicos y naturales.

Fijémonos en que todo depende de las personas. El éxito de una gestión va a valerse de recursos técnicos, pero va a depender de la actuación de las personas implicadas que serán, en definitiva, las responsables clave de manejar bien los recursos disponibles y de alcanzar la meta. Para que esto funcione, las personas actúan con diversos modelos de motivación. La motivación es esencial sine qua non, es el motor que mueve la voluntad y el interés para hacer cosas y hacerlas bien. Últimamente se han analizado y resaltado dos tipos:

Motivación extrínseca. La motivación a que estamos habituados es la que nos impulsa desde el exterior, la denominada motivación extrínseca, mediante compensaciones económicas, premios, etc., en situaciones positivas y  por temor a castigo o represalia en situaciones negativas. En la  motivación extrínseca actuamos por obligación, en cierto modo forzados por circunstancias ajenas y que, en muchos casos, podríamos calificar como poco satisfactorias.

Pero la motivación intrínseca es otra cosa. Consiste en el placer, en la satisfacción íntima y personal, que podemos encontrar cuando conseguimos resolver un problema o superar una situación o alcanzar una meta. Ésta debería ser la auténtica motivación para actuar y que, al mismo tiempo, nos gratificaría. Si lo consideramos bien, veremos que, en nuestra actividad profesional, a todos los niveles, existen situaciones en las que hacer las cosas, hacerlas bien o mejor, resolver un problema, alcanzar metas… nos producen satisfacción. Esta necesidad de sentirse bien con uno mismo, la autoestima, hay que hacerla consciente.

Nos situamos en este caso en la parte alta de la pirámide de las necesidades humanas de Maslow, un estudio que se publicó a mediados del siglo pasado pero cuyos principios siguen vigentes. Recordemos cómo Maslow, de una forma gráfica, valoraba las necesidades de la persona, desde las más elementales o fisiológicas en la base, pasando por las de seguridad, de relación, de reconocimiento, y llegando a la cúspide, donde hemos situado la satisfacción personal del deber cumplido, de la obra bien hecha: la autoestima.

Puede que alguien juzgue que todo esto son fantasías utópicas. Pero son alcanzables. Quizás no siempre ni para todos. Hay que superar los primeros escalones de la pirámide. La meta no está tan lejos como el cometa donde se ha posado Philae. Estoy seguro de que los que consiguieron hacer llegar una sonda a un cometa a 500 millones de kilómetros de La Tierra trabajaron ilusionados con una motivación intrínseca y el placer de haberlo conseguido fue patente en la explosión de júbilo que pudimos presenciar. A nuestra escala, seamos conscientes de que, por encima de las compensaciones extrínsecas, el motor de la motivación intrínseca es superior en calidad y fuerza y es lo más importante para alcanzar la excelencia en los resultados.