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Jueves, 28 de mayo de 2015  |  NÚMERO 8 Aņo I Acceda a nuestra hemeroteca
EDITORIAL
¿Por qué no manda el ingeniero?
 
 

Las funciones del ingeniero, aun en un ámbito especializado como el sanitario, rebasan toda cuantificación que se quiera hacer porque la versatilidad de las infraestructuras sobre las que él decide cada vez se topa con menos limitaciones tanto desde el punto de vista tecnológico como económico y financiero (los gobiernos destinan partidas millonarias a este concepto conscientes de su relevancia).

Buena muestra de ello la damos en este número de Publicación de Ingeniería Sanitaria, en el que entrevistamos a una ingeniera industrial especializada en emergencias sanitarias en países en vía de desarrollo, lo que hace más visible el papel de estos profesionales en el ámbito de la salud y la ayuda social.

De este escenario pasamos a otro bien diferente en la sección Instalaciones, donde el arquitecto Alfonso Casares, sin duda uno de los más prestigiosos del país en el campo de la construcción hospitalaria, reflexiona sobre la viabilidad del centro que se planea erigir en el norte de Madrid como quinta de las conocidas torres de este punto de la capital, proyecto que se encuentra en entredicho tras las últimas elecciones autonómicas y municipales.

El contraste entre el armazón de una estructura hospitalaria privada en una urbe y la adecuada para reflotar una población que no dispone de los recursos más básicos como el agua potable, confirma la universalidad de la labor del ingeniero, y, al mismo tiempo, su capacidad para transformar el mundo.

Como en todo, la política se abre paso y decide qué se construye, cuándo, cómo y en qué condiciones, y, en este sentido, la posición de los ingenieros de la salud se iguala a la de otros profesionales del sector como, por ejemplo, los sanitarios.

Del mismo modo que los médicos y enfermeros, entre otros, han reivindicado espacios de autogobierno en los hospitales del Sistema Nacional de Salud (SNS) –aquí nos distanciamos por el momento de la empresa privada, que instaura sus propias reglas de juego–, no resulta descabellado que los conocedores de la técnica, los ingenieros, comiencen a influir en las decisiones ejecutivas que atañen a los edificios y sus instalaciones.