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Miércoles, 10 de diciembre de 2014  |  NÚMERO 3 Año I Acceda a nuestra hemeroteca
SU CLASIFICACIÓN PREVIA AL DESECHO CAMBIA EN FUNCIÓN DE CADA CCAA
Adónde van los residuos del hospital
Cataluña dispone de la única central autorizada para incinerar los desperdicios sanitarios en España
 

El director de Infraestructuras y Servicios Técnicos del ICS, Ramón Ortiz.

El material químico y biológico del que se deshace cada día cualquier hospital del Sistema Nacional de Salud (SNS) pasa, en buena parte, por la Agencia de Residuos de Cataluña (ARC), la única central autorizada para incinerar residuos citotóxicos y de otra naturaleza dañina para la salud pública, que se ubica en Constantí (Tarragona) y depende de la Generalitat autonómica que ha contratado, a su vez, a la compañía privada Grecat. Tanto esta empresa como el Ejecutivo catalán incorporan a ingenieros técnicos e industriales especializados en la gestión de residuos citotóxicos.

La central en cuestión utiliza un horno rotativo único en el país capaz de procesar esa clase de desperdicios sanitarios o de otra índole, que, por otra parte, se clasifican para su eliminación de forma diferente en función de cada gobierno autonómico. En el caso de Cataluña, por ejemplo, existen cuatro tipos de residuos hospitalarios que se corresponde con sendos géneros de elementos producidos en un centro sanitario: asimilables, no asimilables, biológicos y citostáticos.

Del tratamiento de los que son nocivos para las células, los citotóxicos, ha hablado el director de Infraestructuras y Servicios Técnicos del Instituto Catalán de la Salud (ICS), Ramón Ortiz, a propósito de una jornada técnica recién celebrada en el Clínico San Carlos de Madrid sobre gestión de residuos sanitarios. Su exposición fue presentada por el secretario general de la Asociación Española de Ingeniería Hospitalaria (AEIH) y responsable del Área de Logística y Aprovisionamiento del Servicio Madrileño de Salud (Sermas), Javier Guijarro. Publicación de Ingeniería Sanitaria ha conversado con Ortiz, entre otros especialistas, para aclarar qué sucede con los sobrantes biológicos y químicos de los hospitales y por qué el ingeniero, una vez más, desempeña una labor fundamental en la resolución de la incógnita planteada.

Como punto de partida, el tratamiento de los residuos del hospital corre a cargo de su Dirección de Servicios Generales –al igual que sucede, por otro lado, en los centros de Atención Primaria–, los cuales dirige por lo general un ingeniero, como se ha dicho, técnico o industrial, pues otras ramas de la carrera como la Bioingeniería todavía son muy recientes, y, por esa razón, apenas existe en el mercado disposición de estos especialistas para el ámbito de la salud, aspecto que se prevé cambiará a medio plazo en España. Por supuesto, se trata solo de una de las múltiples funciones de los ingenieros hospitalarios, pero aquí nos interesa desentrañarla.

Su desempeño, en este sentido, se halla delimitado por la normativa vigente en el país sobre el uso y procesado de estas sustancias. Con todo, los ingenieros forman parte de grupos de trabajo específicos tanto en el primer como en el segundo nivel asistencial en los que se llevan a cabo experiencias de benchmarking o intercambio de pareceres e iniciativas entre diversos centros sanitarios para beneficio de todos. Asimismo –ha puntualizado Ortiz– existe un grupo especial de Medio Ambiente que se dedica a gestionar los procedimientos por seguir e indagar en cómo implantar mejoras en el cometido principal, la supresión ecológica de los residuos.

Unidades de residuos clasificados en cuatro tipos en los ocho hospitales del Instituto Catalán de la Salud (ICS) (I y II = urbanos y asimilables urbanos; III  = biológicos; IV = citostáticos).

Estos grupos los conforman responsables de tres centros de Atención Primaria, tres de hospitales y el técnico de Medio Ambiente de uno de los territorios en el caso de Cataluña y por división de áreas de salud. Ortiz insiste en que cada comunidad autónoma regula, tipifica y trata sus desperdicios de forma diferente, pero, en términos generales, la normativa estatal en vigor hace que su eliminación sea un elemento común a toda organización sanitaria española.

Como ya se ha advertido, solo la ARC, dependiente del Gobierno catalán, dispone, en la actualidad, de los medios exigidos por las autoridades públicas para incinerar el material residual hospitalario. Por eso se derivan a ella los procedentes de centros de otras comunidades autónomas como, por ejemplo, Murcia, Comunidad Valenciana o Madrid), ha apuntado Ortiz.

En este itinerario, los ingenieros no solo intervienen en el filtrado de los residuos; los de la concesionaria que gestiona la ARC recogen el testigo para aplicar sus conocimientos en reciclar parte de la energía que se sustrae de ese proceso de eliminación y en asegurar que no se vierten a la atmósfera sustancias contaminantes.

Antes de llegar a la ARC, los desperdicios se depositan en el contenedor especial que se encuentra tanto en el hospital como en el centro de salud (de entre 30 y 60 litros de volumen en el primer caso, y entre diez y 30 en el segundo, lo cual se debe a que, en los ambulatorios, los citotóxicos son mucho más escasos que en los recintos hospitalarios, donde se encuentran las farmacias y la mayoría de laboratorios).

Características en Cataluña del contenedor de residuos

En el caso específico de Cataluña, las características básicas que distinguen el contenedor de citotóxicos de residuos sanitarios son: el etiquetado que se les imprime de color azul (muy pocas autonomías hacen lo propio, entre ellas Canarias, donde el color es rojo); la restricción de un solo uso; su contenido de polietileno, poliéster y polipropileno, en definitiva materiales que permitan su total incineración, y su resistencia a agentes químicos y a materiales perforantes.

Asimismo –ha señalado Ortiz–, estos componentes deben estar identificados en todo momento por lo que, al llegar la planta de tratamiento en la ARC, “se los pesa y se les pone una línea de inyección directa”. Lo cual significa que no se los tritura al ser considerados peligrosos. “Después, se les hace entrar en una cámara de hipercombustión, donde se saturará el ambiente de nitrógeno para conseguir elevar la temperatura pero sin la presencia de oxígeno para eludir cualquier explosión o deflagración”, puntualiza.

Desde el horno rotativo los vapores o gases pasan a una caldera, ya que, por medio de un proceso de cogeneración, se aprovechan los compuestos caloríficos que se producen, y esos excedentes se venden o bien se utilizan para el autoconsumo: “Esa energía se transforma en electricidad para la propia central; en este caso, no existe una trigeneración que permita aprovechar también el frío (en los hospitales, por ejemplo, la cogeneración mantiene las tres funciones: generar energía, aprovechar los excedentes caloríficos, y, a su vez, utilizar parte de éstos para obtener frío, el cual se usa para la refrigeración del edificio”, explica Ortiz.

Los otros destinos de los desperdicios españoles: Lion y Burdeos

Como solo la ART de Constantí incinera en España los residuos hospitalarios, a menudo los de otras autonomías también se exportan a países como Francia: “En el caso del País Vasco, por ejemplo, se suelen derivar a Burdeos, y, en el de otras autonomías del centro o costeras, a Lion”, precisa. A la central catalana incineradora, aparte de las tres comunidades autónomas antes mencionadas, también derivan sus sobrantes tóxicos naciones como Malta, Andorra o Portugal.

De nuevo en la narración del curso de estos materiales por las plantas de procesado, ¿qué paso sigue a la cogeneración? Tras ella –corrobora el directivo del ICS–, se separan polvos, se suprimen sulfatos y se evita que se desprendan compuestos de nitrógeno; después, se somete la sustancia a lavados, catálisis y enfriamientos. En este contexto, lo que sale por la chimenea de la central se somete a una control continuados para asegurar que, en ningún momento, se excede la cantidad de toxinas permitida vertidas al entorno, labor que ejecutan, de forma coordinada, tanto el departamento de medio ambiente que representa a la Generalitat autonómica como, incluso, el Ayuntamiento de Constantí. Esto es, no solamente se vigila el procedimiento desde los centros de control de la propia ART, sino también desde los organismos mencionados.

Esta inspección –corrobora Ortiz– revista suma importancia. “Por ejemplo, las dioxinas no pueden salir al exterior, sino que se deben eliminar antes con los tratamientos; no se puede permitir que el óxido de azufre escape a la atmósfera, y, después, se convierta en lluvia ácida o en ácido sulfúrico”, aclara. Por último, se separan los sólidos resultantes y se trasladan a un vertedero especial para ellos.